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Hollywood = meca del cine. Hollywood = industria cinematográfica. Hollywood = simplemente cine. Esta ecuación la traducimos inconcientemente todos los occidentales modernos cuando vemos el enorme letrero situado en unas montañas californianas que pomposamente reza: Hollywood. De no haber sido por las triquiñuelas de un hijo del Tío Sam, como ha sido su costumbre desde que nació aquella nación, la historia del cine en Occidente, sería otra.
La primera meca del cine mundial fue Francia. La primera industria cinematográfica estuvo en Francia. El cine fue inventado en Francia. Desgraciadamente, la industria con la que nacimos los mexicanos del siglo XX no es la francesa, y digo desgraciadamente, porque de haber sido así, de seguro tendríamos otra visión del mundo, otra manera de ver la vida, otra forma de contar historias, y en lugar que fuera a través del Motion Picture, sería por medio del Cinéma. ¡Hasta se escucha más bonito!
Los norteamericanos son los amos y señores de la industria que le toca a esta parte del mundo, gracias a la intromisión de un tramposo hombre de negocios, adjetivado como “el mejor inventor estadounidense de la era moderna”. A este señor se le adjudica la invención del fonógrafo, la lámpara incandescente (aunque sólo la perfeccionó), el kinetoscopio y el vitascopio (que no eran otra cosa más que aproximaciones al cinematógrafo, inventado anteriormente por los hermanos franceses, Lumière). Ya sabrá, amigo lector, a quién me refiero. ¡Sí! ¡Al mismísimo Tomas Alva Edison! El mismo personaje que admiramos, y al cual, le rendimos tributo gracias a nuestros libros de texto. Pero lo que no leemos en las publicaciones manipuladas por el gobierno, es la historia del Edison bandido, del ladrón de sueños, del verdadero impulsor de lo que ahora es el monopolio de la industria cinematográfica estadounidense.
Todo comenzó en 1894, Louis y Auguste Lumière crean y patentan el cinematógrafo (el primer proyector de cine) en Francia. En ese mismo año, Edison lleva su kinetoscopio (una especie de “caja” que proyectaba imágenes en movimiento) a Francia. Dos años después, Tomas Alva Edison lanza el vitascopio, un artilugio similar al cinematógrafo. Después de esto, el hábil inventor gabacho impulsa la llamada guerra de patentes, estamos hablando de 1897. Dicha guerra inicia cuando la Edison Company comienza a cobrar un tributo a toda productora que se encontrara haciendo cine y que utilizara alguno de los aparatos patentados por él, es decir, lo que ya se había inventado en Francia. La corrupción y las marejadas de dinero comienzan su historia dentro de la industria del cine. Edison literalmente contrata a “policías” para que clausuren teatros, confisquen y destruyan proyectores, en caso de que se nieguen a pagarle por algo que ni siquiera él inventó, pero que astutamente patentó. De esta manera, se encuentra protegido por las leyes norteamericanas quienes también salen ganando con este negocio. Como puede ver, amigo lector, todo el bussines inicia, es avalado por Estados Unidos, y para ellos mismos. Todo queda in home.
La manera simple de contar historias o mostrar imágenes en movimiento, en aquel entonces pasa a segundo término, cediéndole su lugar al interés económico que ahora impera en la industria del cine. La guerra de patentes duró diez años. Terminó cuando nueve compañías decidieron formar la Compañía de Patentes de Imágenes en Movimiento (Motion Picture Patents Company). Pero ahí no terminó esta historia, Edison se une a otras productoras y crea la Trust. Este grupo poseía las patentes tanto norteamericanas como europeas. Como contraparte nace la IMP (Independent Motion Picture), quien, a grandes rasgos, “rescata” al cine del monopolio de Edison; sin embargo, de la IMP surge la Paramount, la Fox, la Warner, y demás productoras que ahora lideran la industria occidental. Así, amigo lector, haciendo a un lado a los franceses, nace el monopolio estadounidense que reina en nuestras salas cinematográficas, que maneja nuestras películas y que nos dicta lo que podemos ver en la pantalla grande de nuestro país y de buena parte del mundo. Aunque como fanáticos al cine no podemos rebatir la historia, por lo menos, podemos estar seguros que sin Hollywood, sin Estados Unidos, sin Tomas Alva Edison, la industria del cine occidental, hubiera sido otra cosa. Y debemos tener en cuenta que Francia fue la cuna de lo que ahora nos emociona de tantas maneras, de lo que ahora apasiona a tantas personas, del gran monstruo de sueños que comienza al apagar las luces y abrir los sentidos, del cine.
La primera meca del cine mundial fue Francia. La primera industria cinematográfica estuvo en Francia. El cine fue inventado en Francia. Desgraciadamente, la industria con la que nacimos los mexicanos del siglo XX no es la francesa, y digo desgraciadamente, porque de haber sido así, de seguro tendríamos otra visión del mundo, otra manera de ver la vida, otra forma de contar historias, y en lugar que fuera a través del Motion Picture, sería por medio del Cinéma. ¡Hasta se escucha más bonito!
Los norteamericanos son los amos y señores de la industria que le toca a esta parte del mundo, gracias a la intromisión de un tramposo hombre de negocios, adjetivado como “el mejor inventor estadounidense de la era moderna”. A este señor se le adjudica la invención del fonógrafo, la lámpara incandescente (aunque sólo la perfeccionó), el kinetoscopio y el vitascopio (que no eran otra cosa más que aproximaciones al cinematógrafo, inventado anteriormente por los hermanos franceses, Lumière). Ya sabrá, amigo lector, a quién me refiero. ¡Sí! ¡Al mismísimo Tomas Alva Edison! El mismo personaje que admiramos, y al cual, le rendimos tributo gracias a nuestros libros de texto. Pero lo que no leemos en las publicaciones manipuladas por el gobierno, es la historia del Edison bandido, del ladrón de sueños, del verdadero impulsor de lo que ahora es el monopolio de la industria cinematográfica estadounidense.
Todo comenzó en 1894, Louis y Auguste Lumière crean y patentan el cinematógrafo (el primer proyector de cine) en Francia. En ese mismo año, Edison lleva su kinetoscopio (una especie de “caja” que proyectaba imágenes en movimiento) a Francia. Dos años después, Tomas Alva Edison lanza el vitascopio, un artilugio similar al cinematógrafo. Después de esto, el hábil inventor gabacho impulsa la llamada guerra de patentes, estamos hablando de 1897. Dicha guerra inicia cuando la Edison Company comienza a cobrar un tributo a toda productora que se encontrara haciendo cine y que utilizara alguno de los aparatos patentados por él, es decir, lo que ya se había inventado en Francia. La corrupción y las marejadas de dinero comienzan su historia dentro de la industria del cine. Edison literalmente contrata a “policías” para que clausuren teatros, confisquen y destruyan proyectores, en caso de que se nieguen a pagarle por algo que ni siquiera él inventó, pero que astutamente patentó. De esta manera, se encuentra protegido por las leyes norteamericanas quienes también salen ganando con este negocio. Como puede ver, amigo lector, todo el bussines inicia, es avalado por Estados Unidos, y para ellos mismos. Todo queda in home.
La manera simple de contar historias o mostrar imágenes en movimiento, en aquel entonces pasa a segundo término, cediéndole su lugar al interés económico que ahora impera en la industria del cine. La guerra de patentes duró diez años. Terminó cuando nueve compañías decidieron formar la Compañía de Patentes de Imágenes en Movimiento (Motion Picture Patents Company). Pero ahí no terminó esta historia, Edison se une a otras productoras y crea la Trust. Este grupo poseía las patentes tanto norteamericanas como europeas. Como contraparte nace la IMP (Independent Motion Picture), quien, a grandes rasgos, “rescata” al cine del monopolio de Edison; sin embargo, de la IMP surge la Paramount, la Fox, la Warner, y demás productoras que ahora lideran la industria occidental. Así, amigo lector, haciendo a un lado a los franceses, nace el monopolio estadounidense que reina en nuestras salas cinematográficas, que maneja nuestras películas y que nos dicta lo que podemos ver en la pantalla grande de nuestro país y de buena parte del mundo. Aunque como fanáticos al cine no podemos rebatir la historia, por lo menos, podemos estar seguros que sin Hollywood, sin Estados Unidos, sin Tomas Alva Edison, la industria del cine occidental, hubiera sido otra cosa. Y debemos tener en cuenta que Francia fue la cuna de lo que ahora nos emociona de tantas maneras, de lo que ahora apasiona a tantas personas, del gran monstruo de sueños que comienza al apagar las luces y abrir los sentidos, del cine.
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