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Si Vicente Leñero ganó el premio Xavier Villaurrutia en el 2001; al año siguiente fue congratulado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México en literatura y lingüística; fue guionista de las nada desdeñables películas mexicanas El Callejón de los Milagros (1995) y El Crimen del Padre Amaro (2002); ¿cómo es posible que haya sido el responsable de la adaptación al cine de su obra de 1967, denominada El Garabato? Digo esto, porque la película estrenada hace apenas unos días, ni siquiera llega a ser un digerible thriller de suspenso, es más bien, un intento hitchcockiano burdo.
El Garabato (2008) cuenta la historia de Rodolfo (Juan Pablo Medina), un joven estudioso y bastante ingenuo, a quien el destino lo pone frente a la sensual Frida (Tania Robledo), a la que salva de una persecución en carretera. La hermosa joven, como muestra de agradecimiento lo seduce y le pide sólo un favor. Ese favor desata una serie de acontecimientos, desde políticos, pasando por “videoescándalos” y ajustes de cuentas, hasta pasionales claramente explícitos. Sin temor a equivocarme, el manejo tan abierto del contenido sexual es el único acierto en esta película que le costó al cine mexicano 14 millones de pesos.
Leñero es buen amigo de Adolfo Martínez Solares, director de El Garabato, quien comparte créditos en la batuta de dicho largometraje con su hijo, Adolfo Martínez Orzynski. Por esta razón, el escritor decidió participar en tan grande osadía. Aquí no aplica el viejo y conocido refrán: “dos cabezas piensan mejor que una”, ya que los hilos narrativos (si le podemos llamar así) brincan de una situación a otra sin terminar de explicar la anterior, por lo que ninguna de las historias llega a cerrar su círculo, ni apoyan a la trama central.
Martínez Solares, quien se atrevió a dirigir al grupo Los Temerarios, en la “película” La mujer de los dos (1996), no se puede liberar del formato de este tipo de proyectos. En El Garabato, se deja ver el estilo video home a leguas de distancia, en secuencias como la persecución de Frida en carretera, la toma de huellas en el asesinato, entre otras.
Otra situación digna de comentar es el manejo de clichés fáciles de digerir para todos. Me refiero a la referencia de Tijuana como cuna de narcotraficantes, políticos corruptos en plena campaña, asesinatos inverosímiles dentro de las prisiones, lavado de dinero, la imagen estereotipada de los narcotraficantes, etcétera, etcétera. Si hubiera sido una parodia, quizá se entendería el manejo de personajes y situaciones, pero el error recae en el intento de hacer un verdadero thriller de suspenso dramático, a lo que ni siquiera se aproximó.
Instituciones dentro del cine mexicano, tales como José Alonso y María Rojo, intervinieron en esta película como personajes secundarios. El papel de Alonso es totalmente increíble (quiero decir, que no se le cree nada) y el de la señora Rojo, no tiene el menor peso en la historia. Al utilizar a estos actores, sólo se intentó llenar los créditos para utilizarlos como ganchos y recaudar dinero en taquilla, aunque sólo quedó en la intención.
María Rojo comenta acertadamente que “el cine (mexicano) ha evolucionado como generador de diversión y ha madurado al ritmo de las cinematografías de naciones de primer mundo”. Tiene razón sobre todo en lo de “al ritmo” de otras naciones, debido a que la industria mexicana de cine, se está posicionando cada vez más en la producción de largometrajes ocupantes de lugares en las bambalinas de nuestras salas cinematográficas. Por este lado, vamos hacia delante, ahora, la mayoría de los directores y guionistas nos quedan debiendo la calidad en contenidos, porque, en este caso, El Garabato es completamente indescifrable.Pero, como siempre, la mejor decisión la tiene usted.
El Garabato (2008) cuenta la historia de Rodolfo (Juan Pablo Medina), un joven estudioso y bastante ingenuo, a quien el destino lo pone frente a la sensual Frida (Tania Robledo), a la que salva de una persecución en carretera. La hermosa joven, como muestra de agradecimiento lo seduce y le pide sólo un favor. Ese favor desata una serie de acontecimientos, desde políticos, pasando por “videoescándalos” y ajustes de cuentas, hasta pasionales claramente explícitos. Sin temor a equivocarme, el manejo tan abierto del contenido sexual es el único acierto en esta película que le costó al cine mexicano 14 millones de pesos.
Leñero es buen amigo de Adolfo Martínez Solares, director de El Garabato, quien comparte créditos en la batuta de dicho largometraje con su hijo, Adolfo Martínez Orzynski. Por esta razón, el escritor decidió participar en tan grande osadía. Aquí no aplica el viejo y conocido refrán: “dos cabezas piensan mejor que una”, ya que los hilos narrativos (si le podemos llamar así) brincan de una situación a otra sin terminar de explicar la anterior, por lo que ninguna de las historias llega a cerrar su círculo, ni apoyan a la trama central.
Martínez Solares, quien se atrevió a dirigir al grupo Los Temerarios, en la “película” La mujer de los dos (1996), no se puede liberar del formato de este tipo de proyectos. En El Garabato, se deja ver el estilo video home a leguas de distancia, en secuencias como la persecución de Frida en carretera, la toma de huellas en el asesinato, entre otras.
Otra situación digna de comentar es el manejo de clichés fáciles de digerir para todos. Me refiero a la referencia de Tijuana como cuna de narcotraficantes, políticos corruptos en plena campaña, asesinatos inverosímiles dentro de las prisiones, lavado de dinero, la imagen estereotipada de los narcotraficantes, etcétera, etcétera. Si hubiera sido una parodia, quizá se entendería el manejo de personajes y situaciones, pero el error recae en el intento de hacer un verdadero thriller de suspenso dramático, a lo que ni siquiera se aproximó.
Instituciones dentro del cine mexicano, tales como José Alonso y María Rojo, intervinieron en esta película como personajes secundarios. El papel de Alonso es totalmente increíble (quiero decir, que no se le cree nada) y el de la señora Rojo, no tiene el menor peso en la historia. Al utilizar a estos actores, sólo se intentó llenar los créditos para utilizarlos como ganchos y recaudar dinero en taquilla, aunque sólo quedó en la intención.
María Rojo comenta acertadamente que “el cine (mexicano) ha evolucionado como generador de diversión y ha madurado al ritmo de las cinematografías de naciones de primer mundo”. Tiene razón sobre todo en lo de “al ritmo” de otras naciones, debido a que la industria mexicana de cine, se está posicionando cada vez más en la producción de largometrajes ocupantes de lugares en las bambalinas de nuestras salas cinematográficas. Por este lado, vamos hacia delante, ahora, la mayoría de los directores y guionistas nos quedan debiendo la calidad en contenidos, porque, en este caso, El Garabato es completamente indescifrable.Pero, como siempre, la mejor decisión la tiene usted.
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