lunes, 26 de mayo de 2008

Remakes, falta de ingenio de los cineastas?




Los remakes, o mejor conocidos como “refritos” en el cine, son versiones nuevas de películas filmadas con anterioridad. Ejemplos hay por montones, unos excelentes y otros para olvidar. Por mencionar a algunos de los más conocidos tenemos a The War of the Worlds (La Guerra de los Mundos), novela de H. G. Wells adaptada al cine por primera vez en 1953 y llevada nuevamente a la pantalla grande en 2005 de la mano de Steven Spielberg; Преступление и наказание (Crimen y Castigo), obra literaria del escritor ruso Fiódor Dostoievski, cuya adaptación al celuloide se ha realizado en unas ocho ocasiones, siendo las más conocidas la del año 1935 y la versión hollywoodense de 1998; asimismo, Woody Allen se basó en esta novela para filmar la excelente Match Point en 2005.
Otra película realizada en varias ocasiones es King Kong (1933, 1976 y 2005), aunque tiene alrededor de unas cuatro secuelas, siendo King Kong vs. Godzilla (1962) de las más significativas debido a que fue la primera ocasión en la que el mono gigante apareció a todo color. También se hizo lo propio con Planet of the Apes (El Planeta de los Simios), novela homónima de Pierre Boulle cuya adaptación se llevó a cabo en 1968 y en 2001, ésta última dirigida por Tim Burton, y al igual que sucedió con King Kong, El Planeta de los Simios tiene en su haber algunas secuelas y presecuelas, es decir, versiones con historias posteriores a la primera película y otras que se basan cronológicamente en el pasado de la historia original (Beneath the Planet of the Apes, 1970; Escape from the Planet of the Apes, 1971; Conquest of the Planet of the Apes, 1972 y Battle for the Planet of the Apes, 1973).
Un filme bastante bien realizado, con actuaciones excepcionales principalmente la de Brad Pitt, quien encarna al demente Jeffrey Goines, es Twelve Monkeys (Doce Monos, 1995). Cinta de ciencia ficción que nos plantea las siguientes incógnitas: ¿puede existir un punto en el tiempo en el que te cruces contigo mismo?, o peor aún, ¿con tu propia muerte? Para muchos, Twelve Monkeys es una buena película de Terry Gilliam, director de The Adventures of Baron Munchausen (1988), Fear and Loathing in Las Vegas (1998) y The Brothers Grimm (2005), entre otras. Pero lo que se sabe poco es que Doce Monos, es un remake del cortometraje francés La Jetée (1962), dirigido por Cris Marker. De hecho, el propio Marker participó como guionista en la obra de Gilliam. A su vez, el camaleónico David Bowie se basó en La Jetée para filmar el videoclip de la canción Jump, They Say (1993) dirigido por Mark Romanek.“Refritos” hubo y habrá en todos los géneros del cine, sin embargo, resulta de especial importancia conocer la referencia en la que se basa un remake para valorar si el primero es mejor que el último, o viceversa. Aunque podemos llegar a pensar que las re-adaptaciones se realizan principalmente debido a la falta de imaginación de los hacedores de cine, y tendríamos razón, sólo que en algunas ocasiones el “refrito” resulta en una mejora a la propuesta original o en otro punto de vista partiendo de una premisa ya elaborada, como sucedió a bien con Doce Monos o El Planeta de los Simios de Burton. Pero no debemos perder de vista a la contraparte, a las pésimas nuevas versiones que ni un repertorio plagado de estrellas ni un estratosférico presupuesto logran mejorar a la primera versión, como sucedió con Vanilla Sky (2001), remake mal hecho de la película española Abre los Ojos (1997), dirigida por Alejandro Amenábar.

jueves, 15 de mayo de 2008

Méliès, el mago del cine



Hay películas que lo único que ofrecen es una buena calidad en efectos especiales. También existen las que logran conjugar acertadamente lo visual con el contenido, aunque son pocas. Entre estas últimas encontramos la trilogía de Matrix (The Matrix, 1999; The Matrix Reloaded, 2003 y The Matrix Revolutions, 2003) de cuya dirección y efectos especiales estuvieron a cargo los hermanos Larry y Andy Washowsky. En estos largometrajes convergen perfectamente la filosofía de su historia con la innovación técnica.
Más allá de lo anterior, La Matrix se hizo popular por el efecto denominado bullet time, que consiste en disparar varias cámaras al mismo tiempo en una misma escena, para después editar las imágenes de tal manera que logren distintas perspectivas de una misma situación. En otras palabras, y como todos lo recordaremos, se congela la imagen y aparentemente la cámara se mueve alrededor de la escena. Aquí, los creativos hermanos innovaron e impusieron este truco como vanguardia tecnológica dentro de la cinematografía mundial, y no han parado. El último trabajo de los hermanos Washowsky lo podemos disfrutar en Meteoro, la película (Speed Racer, 2008), la que ha sido calificada por algunos críticos como “una experiencia visual sin precedentes”. En Meteoro podemos ver el futuro en efectos visuales, pero cómo empezó todo esto de la magia en el cine?
La ciencia ficción en el cine es tan longeva como el cine mismo. La historia inicia en la primera proyección cinematográfica llevada a cabo por los indiscutibles creadores del celuloide, los hermanos Lumière. Era el 28 de diciembre de 1895, en un café parisino se proyectaban las primeras películas en la historia del cine (Salida de la Fábrica Lumière en Lyon, El Arribo del Tren a la Estación Ciotat, El Regador Regado, y otras), cuando entre el público asistente no mayor a 200 personas, se encontraba el taumaturgo, director y actor de teatro: George Méliès. Éste quedó prendado del nuevo invento, decidió comprar uno de esos artilugios pero los hermanos Lumière se negaron a vendérselo, orillando a Méliès a fabricar su propio cinematógrafo.
El francés George Méliès llevó su espectáculo de teatro e ilusionismo al cine. Es el padre de los efectos especiales, aportando las “desapariciones” (conocido como sustitución de elementos) en la pantalla grande, creó el primer estudio de cine (set), la superposición simultánea de negativos (exponer varias imágenes al mismo tiempo), entre muchos otros. El truco de sustitución de elementos lo descubrió fortuitamente. Méliès se encontraba filmando un automóvil con cámara fija, en ese momento la cinta se trabó y se rompió; al momento de pegarla y proyectarla, se dió cuenta que el carro desaparece e inmediatamente después, aparece. Al mismo tiempo que nace este efecto, inventa el montaje en el cine.
Méliès filmó alrededor de 500 películas. No obstante, la fiel representante del nacimiento de la ciencia ficción en el cinéma es El Viaje a la Luna (Le Voyage Dans la Lune, 1902). Para aquellos que no han tenido el privilegio de ver este cortometraje de 13 minutos de duración, afortunadamente lo pueden observar vía internet, ya que se conserva intacto y ahora digitalizado. Como referencia, el videoclip Tonight, tonight, extraído del disco Mellon Collie and the Infinite Sadness (1996), del grupo de rock The Smashing Pumpkins, es una parodia muy bien lograda de El Viaje a la Luna de Méliès. Si bien, todo parece indicar que el futuro de la ciencia ficción dentro del cine está en manos de los hermanos Washowsky (me refiero a los efectos visuales en los que intervienen actores, porque la animación es historia aparte), esto no hubiera sido posible sin la imaginería de un mago del siglo XIX; de un ilusionista admirador del gran Robert-Houdin; de un loco para su época pero invaluable referente para la magia que ahora nos deleita las pupilas en las salas cinematográficas.

jueves, 8 de mayo de 2008

Iron Man llega y se impone




Otro superhéroe llevado a la pantalla grande. Ahora le tocó el turno al Hombre de Hierro: Iron Man (2008). Las expectativas sobre esta cinta no eran tan grandes como su resultado, arrasó con taquillas alrededor del planeta recaudando 200 millones de dólares en su primer fin de semana de estreno, convirtiéndose en una de las diez películas más taquilleras de todos los tiempos. Pero el éxito pecuniario es supeditado por la calidad del filme dirigido acertadamente por Jon Favreau, el responsable de Zathura: A Space Adventure (2005).
Iron Man es un largometraje entretenido, con efectos visuales dignos de atención y un ágil manejo de la historia. Si comparamos las películas anteriores de personajes creados por Stan Lee, Spiderman o X-Men, la única que se puede comparar al resultado obtenido por el Hombre de Hierro es la segunda entrega de los Hombres X. Este éxito se debe a que la producción de Iron Man se llevó a cabo en su totalidad por Marvel Studios, siendo el debut de la editorial como productora cinematográfica. Debido a este acierto, la productora ya se encuentra trabajando en la segunda parte de Iron Man, a estrenarse en 2010; en una nueva película (esperemos que ahora valga la pena) de El Increíble Hulk con Edward Norton como protagonista, a estrenarse en junio del presente año; en 2009 veremos el spin-off de Wolverine, personaje de X-Men; en la adaptación al cine de Captain America, que verá la luz en 2011, así como The Avengers (Los Vengadores), que será una delicia para los seguidores de estos personajes debido a que estarán juntos en una aventura: Hulk, Iron Man, Thor y el Capitán América.
Entrando en materia, en la cinta recién estrenada se cuenta el origen de Iron Man. Tony Stark (encarnado por Robert Downey Jr. -Chaplin, 1992; Zodiac, 2007-), quien es un industrial millonario, genio inventor, gigoló y heredero de Stark Enterprises, la mayor abastecedora de armas para el ejército de Estados Unidos. Después de la demostración en Afganistán del misil Jericó, Stark es tomado prisionero, y rescatado de la muerte por otro cautivo de nombre Yinsen (Shaun Toub). Gracias a su ingenio, Stark logra escapar de sus captores y lo que sucede en esa cueva (hecho que, por supuesto, no revelaré) lo empuja a construir la armadura que resulta en Iron Man. A grandes rasgos, de eso trata la primera entrega de El Hombre de Hierro. Tiene escenas que, a pesar de ser trilladas en las cintas de acción, logran emocionar. Por ejemplo, cuando Iron Man es perseguido por dos aviones del ejército estadounidense. Dicha secuencia no echa mano de nuevas propuestas para el cine acción, sin embargo, la combinación de música, efectos y montaje, logra su objetivo: emocionar. La armadura es casi idéntica a la del cómic. El efecto de vuelo es realmente creíble. El soundtrack impone. Para mi punto de vista, Iron Man es la mejor película de superhéroes desde X-Men II (2000). Como recomendación para los que aún no han acudido al cine a ver este filme, quédense hasta el final (aunque tengan la mala costumbre de huir cuando aparece el primer nombre), porque después de los créditos hay una escena crucial para comprender la siguiente película.

martes, 6 de mayo de 2008

Batman Vs. Superman









Batman junto con Superman son, sino los más célebres superhéroes, unos de los más conocidos en el mundo entero. A pesar de que comparten esa gran fama, difieren mucho el uno del otro. Superman tiene poderes “sobrenaturales”, en cambio Batman utiliza su intelecto para poder actuar como un superhéroe; Superman es un obvio personaje nacionalista estadounidense, comenzando por el color de su traje casi idéntico a la bandera de las barras y las estrellas, así como el claro protagonismo de ciudades gabachas en sus historias, al contrario de Batman que desarrolla sus aventuras en una ciudad con infraestructura ficticia y utiliza tonos iconográficos neutros, como la referencia del murciélago, un ser repugnante para muchas personas. Superman es el sueño de toda mujer: un hombre alto, de ojos azules, fuerte y con un peinado de concurso, y Batman es simplemente la pesadilla de cualquiera.
Gracias a la importancia mercadológica de ambos personajes (a raíz de los comics y las series de televisión) fue que se decidió llevarlos al cine. La película más famosa sobre Superman se filmó en el año de 1978, siendo que el primer largometraje de El Hombre Murciélago vio la luz hasta 1989. Ambos filmes tuvieron gran repercusión tanto en taquilla como en el imaginario de los jóvenes de la época, y no tan jóvenes seguidores de los respectivos comics y series televisivas. No obstante a lo anterior, Superman hubo aparecido en más de diez películas desde 1948, sin embargo, las más conocidas son las que protagonizó el ya extinto Christhopher Reeve (Superman: The Movie (1978), Superman II (1980), Superman III (1983) y Superman IV. The Quest for Peace (1987)), y la reciente Superman Returns (2006), dirigida por Bryan Singer. Por otro lado, sobre Batman se han realizado seis películas: Batman (1989), Batman Returns (1992), Batman Forever (1995), Batman and Robin (1997), Batman Begins (2005) y la próxima a estrenarse, The Dark Knight (2008).
El último rodaje de Superman causó polémica por distintos factores. El tiempo que se tardó en realizar una nueva pieza de la secuela de los años ochenta y, el más importante: ¿quién sería el predecesor de Christopher Reeve? Los productores salieron avante con la contratación del joven actor Brandon Routh, quien encarnó perfectamente a Clark Kent y a su alter ego. Estas dificultades en la realización de Superman Returns causaron que el público estuviera a la espera de su estreno. Pero la última película de Batman ha causado una mayor expectativa, no sólo por la espectacularidad y hermetismo con el que se han manejado los avances, sino por la interpretación y revaloración de El Guasón (The Joker).
Después de la excelente Batman, dirigida por Tim Burton y en la cual el laureado actor Jack Nicholson protagonizara excepcionalmente a El Guasón, se pudo pensar que no habría una mejor interpretación del villano payaso. Sin embargo, el actor Heath Ledger, al juzgar por los trailers del filme, lo ha logrado. Con una imagen sombría, terrorífica y que irremediablemente nos hace recordar a El Cuervo (The Crow, (1994), trágicamente protagonizada por Brandon Lee). Si a lo anterior le añadimos la repentina muerte de Ledger después de la filmación de The Dark Knight, tenemos una serie de motivos que nos empujan a asistir corriendo a la premier de la película del realizador Christopher Nolan, quien dirigiera bastante bien Batman Begins. Superman y Batman lo han obtenido todo por separado, desde grandes éxitos de taquilla hasta grandes fracasos. Pero debemos tener en cuenta que son personajes con características diferentes y que se desenvuelven en mundos distintos, lo último que necesitamos es que se intente hacer una película de Batman Vs. Superman, como lastimosamente lo hicieron con Freddy Vs. Jason (2003) o Alien Vs. Predator (2004). La idea suena descabellada, sin embargo existen fuertes rumores de la pretendida realización de esa aberración cinematográfica. Esperemos que sean puras habladurías y que Batman se mantenga alejado de Metrópolis y Superman de Ciudad Gótica.

Made in Tarantino





Quentin Jerome Tarantino comenzó su incursión en el mundo del celuloide como acomodador de un cine porno. Su segunda aproximación la hizo en una tienda de videos en donde conoció al estudiante de cine Roger Avary, con quien trabajó en su primer guión por allá de 1987; el cual, se tradujo hasta 1993 en la película True Romance (La Fuga), dirigida por Tony Scott. El mismo Avary fue quien animara a Quentin a presentar el guión de Reservoir Dogs (Perros de Reserva, 1992) al productor Lawrence Bender. Después del visto bueno del actor y protagonista del filme, Harvey Keitel, Perros de Reserva vio la luz. Aquí comienza la historia de Quentin Tarantino como director de cine.
A pesar de que la ópera prima del también actor (no muy bueno, por cierto) cosechó críticas positivas en el Festival de Sundance en el momento de su estreno, no fue sino hasta dos años después que logró consagrarse como unos de los cineastas más innovadores y sagaces de Estados Unidos. Los adjetivos anteriores no pecaban de lisonjeros gracias al excelente trabajo realizado por Tarantino en su segunda película: Pulp Fiction (Tiempos Violentos, 1994). Esta comedia de humor negro fue nominada a siete premios Oscar, ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes, Francia, se llevó un premio Bafta, un Globo de Oro y tres premios de la Sociedad Nacional de Críticos de Cine (NSFC) de Estados Unidos. El largometraje se alzó con la estatuilla Oscar al mejor guión original, el cual, fue realizado por Quentin y su amigo, Roger Avary.
Además del acierto cinematográfico que resultó Pulp Fiction, rápidamente se volvió parte de la cultura pop de los años noventa. Jóvenes comenzaban a enamorarse de Mia (Uma Thurman), la drogadicta esposa de Marsellus Wallace (Ving Rhames); las mujeres imitaban su look y por añadidura quedaban prendadas de los movimientos cadenciosos a ritmo de twist de Vincent Vega (John Travolta) o, religiosamente, equiparaban a Jules Winnfield (Samuel L. Jackson) con un asesino digno de admiración, esto gracias a la poderosa escena en la que recita el pasaje bíblico del libro de Ezequiel capítulo 25 versículo 17, antes de la ejecución de sus víctimas. Aunque, en realidad, la cita está un poco exagerada, ya que el verdadero pasaje es mucho menos extenso.
La tercera película del director nacido en Knoxville, Tennessee, pasó sin ton ni gloria. Jackie Brown (El caso Jackie Brown, 1997) recibió duras críticas debido a que, para algunos, la adaptación a la pantalla grande de la novela de Elmore Leonard no cumplió con las expectativas esperadas. Uno de los aciertos de Tarantino con esta cinta, fue la nueva oportunidad que le brindó a Pam Grier, quien encarna a Jackie Brown. En los años setenta, Grier se coronó como la reina del blaxploitation, que no es otra cosa que películas de bajo presupuesto dirigidas principalmente a público negro, con altas dosis de violencia y protagonizadas, obviamente, por negros.
En 2003 se estrena Kill Bill: Vol. 1, el cuarto filme tarantinesco. Una película que difiere de los tonos pop, noir y de gangsters que le imprimió a sus obras anteriores. Ahora, se adentra en el mundo de las artes marciales teniendo como protagonista a una mujer denominada Beatriz Kiddo, “la novia” (Uma Thurman). Para el papel de Bill, inteligentemente el director rescata a David Carradine, quien fuera el protagonista de la exitosa serie televisiva de la década de los setenta, Kung Fu. Un año después, Tarantino lanza mundialmente su quinta película: Kill Bill: Vol. 2. La saga fue bien recibida por la crítica y aceptada por sus fieles seguidores. Quentin Tarantino ha actuado en varias películas (Desperado (1995), Girl 6 (1996)); escrito y co-escrito otras (Natural Born Killers (1994), From Dusk Till Dawn (1996)); co-dirigido fragmentos de unas más (Sin City (2005)); producido algunas (Killing Zoe (1994), Hostel (2006)) y escrito episodios para series de televisión (E.R. y CSI Las Vegas). Entre todas estas, y otras tantas facetas creativas de Tarantino, la que más destaca es la de director de cine. Su último trabajo es el largometraje: Grindhouse. Éste se encuentra dividido en dos partes: la primera (Planet Terror) fue dirigida por Robert Rodríguez y la segunda (Death Proof) por Quentin Tarantino. Como es costumbre, en Estados Unidos ya se estrenó, esperemos que pronto llegue a México y, a pesar de ser un filme de terror, seguramente conservará la etiqueta Made in Tarantino.

Francia, la primera meca del cine




Hollywood = meca del cine. Hollywood = industria cinematográfica. Hollywood = simplemente cine. Esta ecuación la traducimos inconcientemente todos los occidentales modernos cuando vemos el enorme letrero situado en unas montañas californianas que pomposamente reza: Hollywood. De no haber sido por las triquiñuelas de un hijo del Tío Sam, como ha sido su costumbre desde que nació aquella nación, la historia del cine en Occidente, sería otra.
La primera meca del cine mundial fue Francia. La primera industria cinematográfica estuvo en Francia. El cine fue inventado en Francia. Desgraciadamente, la industria con la que nacimos los mexicanos del siglo XX no es la francesa, y digo desgraciadamente, porque de haber sido así, de seguro tendríamos otra visión del mundo, otra manera de ver la vida, otra forma de contar historias, y en lugar que fuera a través del Motion Picture, sería por medio del Cinéma. ¡Hasta se escucha más bonito!
Los norteamericanos son los amos y señores de la industria que le toca a esta parte del mundo, gracias a la intromisión de un tramposo hombre de negocios, adjetivado como “el mejor inventor estadounidense de la era moderna”. A este señor se le adjudica la invención del fonógrafo, la lámpara incandescente (aunque sólo la perfeccionó), el kinetoscopio y el vitascopio (que no eran otra cosa más que aproximaciones al cinematógrafo, inventado anteriormente por los hermanos franceses, Lumière). Ya sabrá, amigo lector, a quién me refiero. ¡Sí! ¡Al mismísimo Tomas Alva Edison! El mismo personaje que admiramos, y al cual, le rendimos tributo gracias a nuestros libros de texto. Pero lo que no leemos en las publicaciones manipuladas por el gobierno, es la historia del Edison bandido, del ladrón de sueños, del verdadero impulsor de lo que ahora es el monopolio de la industria cinematográfica estadounidense.
Todo comenzó en 1894, Louis y Auguste Lumière crean y patentan el cinematógrafo (el primer proyector de cine) en Francia. En ese mismo año, Edison lleva su kinetoscopio (una especie de “caja” que proyectaba imágenes en movimiento) a Francia. Dos años después, Tomas Alva Edison lanza el vitascopio, un artilugio similar al cinematógrafo. Después de esto, el hábil inventor gabacho impulsa la llamada guerra de patentes, estamos hablando de 1897. Dicha guerra inicia cuando la Edison Company comienza a cobrar un tributo a toda productora que se encontrara haciendo cine y que utilizara alguno de los aparatos patentados por él, es decir, lo que ya se había inventado en Francia. La corrupción y las marejadas de dinero comienzan su historia dentro de la industria del cine. Edison literalmente contrata a “policías” para que clausuren teatros, confisquen y destruyan proyectores, en caso de que se nieguen a pagarle por algo que ni siquiera él inventó, pero que astutamente patentó. De esta manera, se encuentra protegido por las leyes norteamericanas quienes también salen ganando con este negocio. Como puede ver, amigo lector, todo el bussines inicia, es avalado por Estados Unidos, y para ellos mismos. Todo queda in home.
La manera simple de contar historias o mostrar imágenes en movimiento, en aquel entonces pasa a segundo término, cediéndole su lugar al interés económico que ahora impera en la industria del cine. La guerra de patentes duró diez años. Terminó cuando nueve compañías decidieron formar la Compañía de Patentes de Imágenes en Movimiento (Motion Picture Patents Company). Pero ahí no terminó esta historia, Edison se une a otras productoras y crea la Trust. Este grupo poseía las patentes tanto norteamericanas como europeas. Como contraparte nace la IMP (Independent Motion Picture), quien, a grandes rasgos, “rescata” al cine del monopolio de Edison; sin embargo, de la IMP surge la Paramount, la Fox, la Warner, y demás productoras que ahora lideran la industria occidental. Así, amigo lector, haciendo a un lado a los franceses, nace el monopolio estadounidense que reina en nuestras salas cinematográficas, que maneja nuestras películas y que nos dicta lo que podemos ver en la pantalla grande de nuestro país y de buena parte del mundo. Aunque como fanáticos al cine no podemos rebatir la historia, por lo menos, podemos estar seguros que sin Hollywood, sin Estados Unidos, sin Tomas Alva Edison, la industria del cine occidental, hubiera sido otra cosa. Y debemos tener en cuenta que Francia fue la cuna de lo que ahora nos emociona de tantas maneras, de lo que ahora apasiona a tantas personas, del gran monstruo de sueños que comienza al apagar las luces y abrir los sentidos, del cine.

¡El Garabato indescifrable!




Si Vicente Leñero ganó el premio Xavier Villaurrutia en el 2001; al año siguiente fue congratulado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México en literatura y lingüística; fue guionista de las nada desdeñables películas mexicanas El Callejón de los Milagros (1995) y El Crimen del Padre Amaro (2002); ¿cómo es posible que haya sido el responsable de la adaptación al cine de su obra de 1967, denominada El Garabato? Digo esto, porque la película estrenada hace apenas unos días, ni siquiera llega a ser un digerible thriller de suspenso, es más bien, un intento hitchcockiano burdo.
El Garabato (2008) cuenta la historia de Rodolfo (Juan Pablo Medina), un joven estudioso y bastante ingenuo, a quien el destino lo pone frente a la sensual Frida (Tania Robledo), a la que salva de una persecución en carretera. La hermosa joven, como muestra de agradecimiento lo seduce y le pide sólo un favor. Ese favor desata una serie de acontecimientos, desde políticos, pasando por “videoescándalos” y ajustes de cuentas, hasta pasionales claramente explícitos. Sin temor a equivocarme, el manejo tan abierto del contenido sexual es el único acierto en esta película que le costó al cine mexicano 14 millones de pesos.
Leñero es buen amigo de Adolfo Martínez Solares, director de El Garabato, quien comparte créditos en la batuta de dicho largometraje con su hijo, Adolfo Martínez Orzynski. Por esta razón, el escritor decidió participar en tan grande osadía. Aquí no aplica el viejo y conocido refrán: “dos cabezas piensan mejor que una”, ya que los hilos narrativos (si le podemos llamar así) brincan de una situación a otra sin terminar de explicar la anterior, por lo que ninguna de las historias llega a cerrar su círculo, ni apoyan a la trama central.
Martínez Solares, quien se atrevió a dirigir al grupo Los Temerarios, en la “película” La mujer de los dos (1996), no se puede liberar del formato de este tipo de proyectos. En El Garabato, se deja ver el estilo video home a leguas de distancia, en secuencias como la persecución de Frida en carretera, la toma de huellas en el asesinato, entre otras.
Otra situación digna de comentar es el manejo de clichés fáciles de digerir para todos. Me refiero a la referencia de Tijuana como cuna de narcotraficantes, políticos corruptos en plena campaña, asesinatos inverosímiles dentro de las prisiones, lavado de dinero, la imagen estereotipada de los narcotraficantes, etcétera, etcétera. Si hubiera sido una parodia, quizá se entendería el manejo de personajes y situaciones, pero el error recae en el intento de hacer un verdadero thriller de suspenso dramático, a lo que ni siquiera se aproximó.
Instituciones dentro del cine mexicano, tales como José Alonso y María Rojo, intervinieron en esta película como personajes secundarios. El papel de Alonso es totalmente increíble (quiero decir, que no se le cree nada) y el de la señora Rojo, no tiene el menor peso en la historia. Al utilizar a estos actores, sólo se intentó llenar los créditos para utilizarlos como ganchos y recaudar dinero en taquilla, aunque sólo quedó en la intención.
María Rojo comenta acertadamente que “el cine (mexicano) ha evolucionado como generador de diversión y ha madurado al ritmo de las cinematografías de naciones de primer mundo”. Tiene razón sobre todo en lo de “al ritmo” de otras naciones, debido a que la industria mexicana de cine, se está posicionando cada vez más en la producción de largometrajes ocupantes de lugares en las bambalinas de nuestras salas cinematográficas. Por este lado, vamos hacia delante, ahora, la mayoría de los directores y guionistas nos quedan debiendo la calidad en contenidos, porque, en este caso, El Garabato es completamente indescifrable.Pero, como siempre, la mejor decisión la tiene usted.

Cine Mexicano, a la alza?



En mi pasada intervención en La Verdad, comentaba acerca de la fortuna que corrió la ópera prima de Patricia Riggen, Bajo la misma Luna, con respecto a la importancia de que la productora Foxsearchligt la haya adquirido. Pero analizando la decisión de la transnacional, no es cuestión de “apoyo” al cine mexicano, sino pura conveniencia económica. Es por demás obvio hacer esta acotación, ya que en Hollywood “business is business”. Si recordamos que el largometraje de Riggen aborda la triste situación de los migrantes mexicanos que abandonan a sus familias para poder darles una vida mejor; por el puro lado económicamente redituable, hay un público ávido por este tipo de filmes. Y aún más en el contexto político que se está viviendo en los Estados Unidos, en el que todos los precandidatos a la presidencia del país más poderoso del orbe, ya sean demócratas o republicanos, ruegan por los votos de los latinos con discursos repletos de demagogia, aunque es lo menos que podemos esperar de cualquier político. Así pues, el éxito taquillero de Bajo la misma Luna no es casual.
También comentaba en mi pasada crítica que la película en cuestión no representa fehacientemente al cuestionable “nuevo cine mexicano” (aunque todo filme mexicano que se estrene, es nuevo, pero bueno). Hay películas hechas en nuestro país que realmente merecen una mejor suerte, un mayor apoyo, una productora que se interese en invertir en buen cine. La nada comparable Japón (2003), dirigida por Carlos Reygadas, permaneció fuera de la agenda hollywoodense. Sin embargo, recibió una vasta cantidad de premios en lugares como Cuba, Estocolmo, Bratislava, Montreal, Bruselas, Cannes y Ecuador, por mencionar algunos. Ponga especial atención en que no mencioné Estados Unidos, ¿por qué? La respuesta a esta interrogante es simple: a las productoras gabachas no les interesa el cine como arte, sino como una máquina de ganancias, de billete verde. Y claro está que Japón no es una película que se pueda explotar comercialmente, no es una película simple como las que buscan productoras como Foxsearchligth.
Un caso más reciente es El Violín (2006), ópera prima del guionista y ahora debutante director mexicano Francisco Vargas Quevedo. La historia, en palabras del propio realizador: "cómo un viejo que tiene la música, que tiene el violín, quiere las armas, porque las necesita para cambiar su vida, y cómo un militar que tiene las armas quiere el violín para cambiar su vida". La película aborda los derechos indígenas y las guerras de guerrillas latinoamericanas, todo esto embadurnado con la música que emana del violín de Don Plutarco (Ángel Tavira).
Aunque pareciera ser un tema explotable en taquilla, El Violín no tuvo el apoyo de una productora importante que le haya dado una proyección en medios como lo merecía. No obstante, se logró posicionar como la segunda más taquillera en México y América Latina, desbancando a El Callejón de los Milagros, Cronos, entre otras. La productora mexicana Canana Films (propiedad de Gael García y Diego Luna), se encargó de la distribución de dicho filme, pero, paradójicamente, en lugar del apoyo incondicional a un buen producto, a un año del estreno de El Violín, Francisco Vargas no había recibido ningún peso de regalías por su película. Por esto, el director hizo un llamado público a crear una ley para proteger al cine mexicano, aún de los mismos productores mexicanos. Los largometrajes El Violín y Japón, son un ejemplo de que incursionar en la industria del cine en México es toda una aventura. A pesar de que películas como éstas no reciben apoyo ni por productoras pudientes ni por las leyes mexicanas, afortunadamente aún hay cineastas interesados en presentarnos historias contadas de una manera especial, diferente, fuera de los cánones establecidos por la industria de Hollywood. Vale la pena consumir este tipo de filmes, vale mucho la pena pagar un boleto por ver en la pantalla grande una de estas películas. Lástima que cuando por fin llegan a cartelera, duran a lo mucho una semana y se proyectan en una sala con sólo uno o dos horarios, siendo que “las que venden” están en cuatro o cinco salas con horarios para escoger. Esperemos que esto cambie algún día, por lo pronto, consumamos cine mexicano.

10,000 A.C. Una epopeya para olvidar




Cuando el título de una película hace referencia a un episodio histórico específico, lo primero que nos viene a la mente es precisamente el contexto histórico, valga la obligada redundancia. Si en un póster promocional leemos: 10,000 B.C. (o traducido al castellano: 10,000 A.C.), seguramente más de alguno pensará en una época prehistórica con todo lo que eso implica: flora, fauna, formas de vida, etcétera. Pero todo lo anterior se derrumba al mirar el tráiler de la nueva superproducción del director alemán Roland Emmerich, 10,000 A.C. (2008). Cavernícolas con look de ‘rastas’, con perfectas barbas de candado y hablando un impecable inglés estadounidense; tribus con vestimentas semejantes a las utilizadas en la Edad Media montadas a caballo, ¡sí, a caballo!; mamuts domesticados y un sinfín de anacronismos absurdos.
Emmerich, quien se dedica a realizar películas multimillonarias vacías de historias convincentes pero repletas de espectacularidad y buenas recaudadoras en taquilla (Soldado Universal (1992), Stargate (1994), Día de la Independencia (1996), Godzilla (1998), El Patriota (2000) y El Día Después de Mañana (2004)), se justifica a sabiendas que las críticas, incluso antes del estreno de su nueva producción, serían devastadoras. Asegura que 10,000 A.C. no está basada en la historia, “no se trata de una película histórica, es una fantasía que usa elementos de distintos períodos y culturas, para contar una buena historia, una epopeya humana”. Con lo anterior, el astuto director se lava las manos con respecto a lo negativo que podamos decir de su nueva creación, al igual que en su momento lo hizo Mel Gibson al estrenar la controversial Apocalypto (2006). Y ambos creadores tienen razón, en el sentido de que el cine es un medio para contar historias, independientemente si están apegadas a la realidad o no. No obstante a lo anterior, este tipo de filmes que tienen un público vasto, no dejan de ser susceptibles a la crítica por el atrevimiento de ubicar historias fantásticas en periodos históricos.
La trama de 10,000 A.C. es bastante simple. Un cazador predestinado a guiar a un ejército de distintas tribus a través del desierto, libra batallas con animales prehistóricos, y otros híbridos, con el objetivo de salvar a la mujer que ama de las garras de un guerrero obsesionado con ella. En el transcurso de la travesía, descubre otras civilizaciones, termina rescatando a su gran amor, y de paso, libera del yugo a miles de esclavos que se encontraban a merced de un dios terrenal que construía pirámides. Aparte de la simpleza y obviedad con la que transcurre la historia, no logra emocionar, se torna bastante lenta. Con secuencias que nos recuerdan irremediablemente a los velocirraptores de Parque Jurásico, film de Steven de Spielberg; pasando por largas caminatas en medio del desierto o la nieve al puro estilo de El Señor de los Anillos o La Brújula Dorada, y, por supuesto, Apocalypto, pero al estilo gabacho.
El director alemán radicado en Hollywood no dio una con 10,000 A.C. La cereza del pastel son las pésimas actuaciones, las que en ningún momento logran convencer. Camilla Belle le da vida a Évolet, la dichosa niña de los ojos azules por la que se desata la guerra. Belle sí es bella, eso es indudable pero su actuación contrasta con sus hermosos ojos azules, basta poner atención en la escena “dramática” de su supuesta muerte. La voz en off de Omar Sharif llega a incomodar, ya que relata situaciones que podemos ver perfectamente en pantalla. Y ya ni hablar del trabajo actoral de Steven Strait, quien personifica a D´Leh, el héroe de la película. 10,000 A.C. es una película en la que los efectos visuales y las locaciones (Nueva Zelanda, Sudáfrica, Namibia e Inglaterra) son lo único rescatable. La estampida de los mamuts se ve realmente increíble, así como algunas tomas aéreas; pero hasta ahí. Aunque no podemos esperar una película emocionante de Roland Emmerich debido al tipo de producciones que realiza, este tipo de historias son recordadas sólo treinta segundos al salir de la sala, porque al minuto, ya se olvidaron. Pero, como siempre, la mejor decisión la tiene usted.

No hay nada nuevo Bajo la misma Luna



Casi por lo general, las películas sobre migración terminan en tragedia y son tratadas desde un punto de vista político. Caso contrario se da con el filme Bajo la misma Luna (Under The Same Moon, 2008), ópera prima de la directora mexicana Patricia Riggen.
El tema tan abordado, cinematográficamente hablando, de los migrantes que cruzan a Estados Unidos y dejan a sus familias en México para poder proporcionarles una vida mejor, pasa a segundo término en la película de Riggen, en la que el amor y la esperanza son el motivo principal que mueve a sus protagonistas. La historia se basa en la vida de Rosario (Kate del Castillo), quien abandona obligadamente su país para trabajar en el “otro lado” y mantener a su hijo de 9 años (Adrián Alonso), quien se queda al cuidado de su abuela. Al morir esta última, el niño, denominado Carlitos, decide cruzar solo la frontera para reencontrarse con su madre. En el trayecto conoce a Enrique (Eugenio Derbez) con el que pasa por diversas aventuras, desde conocer a los Tigres del Norte, trabajar de lavaplatos, encontrarse con su papá y dormir en la calle; hasta que logra dar con su madre, en un final por demás simple pero un tanto emotivo.
Lo que llama especialmente la atención de esta película, es el apoyo que recibió por parte de la productora estadunidense Fox Searchlight, la misma que produjo a la ganadora del Oscar, Juno (2007). Gracias a este importante sustento, Bajo la misma Luna logró posicionarse entre las diez películas más taquilleras en su primera semana de proyección en el vecino país, convirtiéndose de esta manera en la única producción en español en toda la historia que logró recaudar 2 millones 600 mil dólares en el periodo antes mencionado, siendo que el total de la producción costó únicamente 2 millones de dólares. Y por supuesto, esta proyección internacional continuará dando frutos económicos para los productores.
A pesar de que Kate del Castillo ha realizado algunos trabajos en la pantalla grande (American Visa (2005), Bordertown (2006) y Trade (2007), entre otros), su participación en Bajo la misma Luna ha sido la más sobresaliente en cuanto a difusión internacional se refiere. Y no está por demás subrayar que el patrocinio de productoras tan importantes como la que distribuye el filme en cuestión, tenga relevancia en la carrera de actores, actrices, directores (as) y demás personajes que llenan los créditos de cualquier largometraje. ¡Enhorabuena por los involucrados en esta película!
Por otro lado, las actuaciones no están del todo reprobables, tomando en cuenta que es una mezcolanza medio bizarra de actores “televisos” (Kate del Castillo, Carmen Salinas, Adrián Alonso y hasta Ernesto D’Alessio) que por lo general su sello característico no es su calidad histriónica. Sin duda, el caso más peculiar es el del cómico, Eugenio Derbez, quien padece del “síndrome Jim Carrey”; que consiste en la risa automática del público hacia cualquier intervención actoral de dicho personaje, refiérase a comedia, a drama, o a cualquier otro género. Aunque el personaje que interpreta Derbez está catalogado como serio, brilla por las intervenciones cómicas que realiza en el transcurso del filme. A pesar de que el hijo de doña Silvia Derbez está intentando liberarse de la etiqueta que se ha ganado a pulso (con películas dramáticas como Padre Nuestro (2007)), le falta mucho camino por recorrer para lograr que el público deje atrás a personajes como “Eloy Gameno”, “El Diablito” o “Armando Hoyos”.
Bajo la misma Luna no muestra el hilo negro de la migración ilegal de mexicanos a Estados Unidos, ni es el largometraje que representa fehacientemente a lo que se está realizando actualmente en la industria cinematográfica del país. Sin embargo, tranquilamente cumple con su cometido sintetizado en el trailer promocional: enternecer hasta el llanto a cualquier persona que guste de los dramas lineales con tintes cómicos. No hay nudos dramáticos interesantes, aunque sí conmovedores, los cuales afectan principalmente a señoras fanáticas de las telenovelas que se transmiten de 7 a 9 de la noche en el canal de su preferencia. Pero, como siempre, usted tiene la mejor opinión.

Regresa el veterano Sydney Lumet con Antes que el diablo sepa que has muerto




Antes que el diablo sepa que has muerto (Before the devil knows you’re dead, 2007), es un filme que alude a una canción irlandesa, de la cual no sé su nombre, que dice: “ójala puedas estar en el cielo media hora antes que el diablo sepa que estás muerto”. El título de la nueva película del director Sydney Lumet, es demasiado sugerente para el cuerpo del largometraje en sí; le quedó algo grande, promete demasiado y cumple poco.

Lumet cuenta la historia de dos hermanos, Andy (Philip Seymour Hoffman) y Hank Hanson (Ethan Hawke), quienes agobiados por sus deudas, unas por solventar una cara drogadicción, y otras por estar bien con la ex esposa y proveer de lo indispensable a la hija amada, deciden asaltan la joyería de sus padres, con la seguridad de que ni ellos ni sus progenitores perderán nada, debido a que el negocio se encuentra asegurado. La idea macabra fue planeada por el hermano mayor, Andy, quien literalmente envía al menor e inseguro hermano a llevar a cabo el atraco. Pero el asalto no sucede como lo planearon, y se desata un torbellino de problemas tanto con su propia familia como con otros involucrados, quienes estaban en el lugar equivocado, el momento equivocado.

El director de 83 años de edad, quien orquestó magistralmente Sérpico (1973), y Tarde de Perros (1975), intenta modernizarse con la manera de contar la historia de Antes que el diablo sepa que has muerto. Recurre a una cronología no lineal, fragmentando la trama y utilizando flashbacks de los personajes que participan en la historia. Lo que me hace, irremediablemente, recordar al maestro contemporáneo Quentin Tarantino, quien ya hizo lo propio en Perros de Reserva (Reservoir Dogs (1992)). La película de Lumet alude al filme de Tarantino hasta en la trama. Perros de Reserva trata sobre un robo a una joyería, el cual, sale mal y ahí comienza la historia, que está fragmentada en flashbacks de los personajes participantes, ¿esto le recuerda algo? Obviamente es la misma premisa de Before the devil knows you’re dead. Aunque cabe mencionar que la obra de Tarantino supera enormemente a la de Lumet.
La película de Sydney Lumet logra llegar a un momento en el que el thriller realmente emociona y casi logra su cometido, esto sucede llegando al final, cuando las cosas se enredan cada vez más y Andy se entera de algunas verdades, que por supuesto, no revelaré. Lo malo es que dicho éxtasis es momentáneo, y la mayor parte del filme es lento. Lo rescatable son las magistrales actuaciones. Philip Seymour Hoffman (Happiness (1998) y Capote (2005)), sabemos que es garantía de una buena interpretación, pero el que da la sorpresa es Ethan Hawke (La Sociedad de los Poetas Muertos (1989) y Día de Entrenamiento (2001)), quien realiza magistralmente el papel del hermano cobarde e inseguro. Al final de la trama, el personaje caracterizado por Albert Finney (Traffic (2000) y Big Fish (2002)), se lleva la película, porque logra imprimir una dosis de emotividad, coraje, hasta llegar a la venganza; lo mejor del filme.Aunque Antes que el diablo sepa que has muerto, deja mucho qué desear, y no llega a ser el trhiller de acción que tanto prometía, es de lo mejor en cartelera. Pero, como siempre, la mejor opinión la tiene usted.