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¿Es posible que una máquina, que un conjunto de engranes, que un artilugio frío por dentro y por fuera, posea la cualidad humana de sentir, de emocionarse o aún más, de enamorarse? Si respondemos esta interrogante utilizando una estricta lógica, obviamente la réplica sería un contundente: no. Sin embargo, en el cine todo se puede volver realidad.
En 1986, el director John Badham nos trajo el entrañable filme Corto Circuito (Short Circuit). En esta película se cuenta la historia de Johnny-5. La trama comienza con el invento de un robot creado con fines pacíficos pero con cualidades para la milicia estadounidense. En la presentación del prototipo, el modelo “número 5” es afectado por un rayo y como por arte de magia (como sólo en el cine puede suceder) deja de ser un invento militar para convertirse en un androide con cualidades humanas que se robó el corazón de miles de espectadores. Para 1988, se estrena la secuela de las aventuras del tierno Johnny-5: Corto Circuito 2 (Short Circuit 2). Este largometraje es un innegable referente para que veinte años después, Pixar realizara Wall-E (2008).
A Wall-E lo podemos comparar con Johnny-5 tanto en lo estético como en la “manera de ser”. Ambos caminan gracias a una bandas semejantes a las utilizadas por los tanques militares; su rostro es prácticamente igual; pero lo más importante de todo (en ambos casos) es la expresividad de sus ojos, que con un sencillo cambio de posición y una casi imperceptible variación en la brillantez de su mirada, logra transmitir fehacientemente el estado de ánimo en el que se encuentra. Una de las cualidades de Johnny-5 es su peculiar forma de hablar; en este sentido, Wall-E se diferencia debido a que sólo emite sonidos mecánicos y una que otra palabra cual si fuese un niño que apenas comienza a balbucear.
La película Wall-E nos cuenta la historia futurista de un robot fabricado para limpiar la Tierra que, dentro de la monotonía de su labor, se da cuenta que le gusta el baile, que se maravilla con artefactos utilizados por humanos como por ejemplo un encendedor o un cubo de rubik. En el trajín de su vida diaria sus sentimientos se expanden al conocer al robot explorador Eva (Eve), del cual se enamora a primera vista y libra divertidas y enternecedoras aventuras. Pero Wall-E es más que una historia de amor; es una mirada al sedentarismo en el cual nos tiene inmerso la practicidad de la vida moderna; es una visión de lo que puede llegar a convertirse nuestro planeta gracias a nuestra inconciencia ecológica; es una llamada de atención principalmente a los gobiernos de los países que más contaminan (a Estados Unidos, en primer lugar, recordando que ni siquiera le convino firmar el Protocolo de Kioto) para que hagan algo al respecto.
El cine es un poderoso medio para crear conciencia y siempre será reconocible que productoras tan importantes como Pixar utilicen sus recursos para contar historias con mensajes positivos, a pesar de que su fin primordial sea la recaudación en taquilla.
En 1986, el director John Badham nos trajo el entrañable filme Corto Circuito (Short Circuit). En esta película se cuenta la historia de Johnny-5. La trama comienza con el invento de un robot creado con fines pacíficos pero con cualidades para la milicia estadounidense. En la presentación del prototipo, el modelo “número 5” es afectado por un rayo y como por arte de magia (como sólo en el cine puede suceder) deja de ser un invento militar para convertirse en un androide con cualidades humanas que se robó el corazón de miles de espectadores. Para 1988, se estrena la secuela de las aventuras del tierno Johnny-5: Corto Circuito 2 (Short Circuit 2). Este largometraje es un innegable referente para que veinte años después, Pixar realizara Wall-E (2008).
A Wall-E lo podemos comparar con Johnny-5 tanto en lo estético como en la “manera de ser”. Ambos caminan gracias a una bandas semejantes a las utilizadas por los tanques militares; su rostro es prácticamente igual; pero lo más importante de todo (en ambos casos) es la expresividad de sus ojos, que con un sencillo cambio de posición y una casi imperceptible variación en la brillantez de su mirada, logra transmitir fehacientemente el estado de ánimo en el que se encuentra. Una de las cualidades de Johnny-5 es su peculiar forma de hablar; en este sentido, Wall-E se diferencia debido a que sólo emite sonidos mecánicos y una que otra palabra cual si fuese un niño que apenas comienza a balbucear.
La película Wall-E nos cuenta la historia futurista de un robot fabricado para limpiar la Tierra que, dentro de la monotonía de su labor, se da cuenta que le gusta el baile, que se maravilla con artefactos utilizados por humanos como por ejemplo un encendedor o un cubo de rubik. En el trajín de su vida diaria sus sentimientos se expanden al conocer al robot explorador Eva (Eve), del cual se enamora a primera vista y libra divertidas y enternecedoras aventuras. Pero Wall-E es más que una historia de amor; es una mirada al sedentarismo en el cual nos tiene inmerso la practicidad de la vida moderna; es una visión de lo que puede llegar a convertirse nuestro planeta gracias a nuestra inconciencia ecológica; es una llamada de atención principalmente a los gobiernos de los países que más contaminan (a Estados Unidos, en primer lugar, recordando que ni siquiera le convino firmar el Protocolo de Kioto) para que hagan algo al respecto.
El cine es un poderoso medio para crear conciencia y siempre será reconocible que productoras tan importantes como Pixar utilicen sus recursos para contar historias con mensajes positivos, a pesar de que su fin primordial sea la recaudación en taquilla.
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