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Hablar bien de la más reciente película del director inglés Christopher Nolan, Batman, The Dark Knight (Batman, El caballero de la noche, 2008) sería redundar en lo que sabemos los que ya tuvimos oportunidad de verla, que simplemente es una obra maestra. Sin embargo, no puedo dejar de alabar el genio de Nolan, quien nuevamente trabajó con su hermano menor Jonathan Nolan, con el que ya había colaborado en el filme de culto Memento (Amnesia, 2000).
La ambientación del filme es estupenda, regresa a la oscuridad impresa por Burton en las dos primeras entregas del Hombre Murciélago (Batman, 1989 y Batman Returns, 1992); los efectos en las escenas de acción están muy bien cuidados; en lo que respecta a las actuaciones, hay un lado bastante flaco. Nolan no dio una en la selección de la actriz responsable de darle vida a Rachel Dawes, la eterna enamorada de Bruce Wayne. Si en Batman Begins (Batman inicia, 2005), Katie Holmes no pudo con el personaje, ahora a la actriz Maggie Gyllenhall (Stranger than fiction, 2006; Mona Lisa smile, 2003) le quedó enorme; su corta pero significativa intervención es completamente insípida. Afortunadamente, en El caballero de la noche, Nolan decidió darle un giro dramático al personaje de Rachel Dawes. Esperemos que de esta manera se quite ese mal estigma.
Las interpretaciones de Michael Caine (Alfred), Gary Oldman (teniente Gordon), Aaron Eckhart (Harvey Dent, Dos Caras) y Morgan Freeman (Lucius Fox, el presidente de Wayne Enterprises), son muy buenas. Y ni que decir de Bruce Wayne y su alter-ego, encarnado por Christian Bale quien se ha ganado a pulso el mote de El Perfecto Batman, con perdón de Michael Keaton.
El caballero de la noche nos regala escenas memorables extendiendo sus alas para volar entre edificios en plena oscuridad de Ciudad Gótica; sorteando obstáculos con el objetivo de alcanzar a sus enemigos montado en la “bati-moto”, o simplemente desapareciendo en lo más hondo de un callejón entre sábanas transparentes de humo, dejando atrás una tenue estela de polvo y su silueta tatuada en la pupila del espectador inmutado ante aquella alegoría del miedo. Pero más allá de Batman, más allá de sus seis aventuras cinematográficas, más allá de todos sus enemigos (Dos caras, El Pingüino, El Acertijo, etcétera) está su emblemática antítesis, su eterno contrario: El Guasón (The Joker).
Es irremediable comparar al Guasón interpretado en 1989 por Jack Nicholson (The Departed, 2006; The Shining, 1980; Chinatown, 1974) con el de Heath Ledger (Brokeback Mountain, 2006; Ned Kelly, 2006; A Knight’s Tale, 2001). Ambas actuaciones son excelentes, sin embargo, si nos centramos en una estricta comparación de dichas caracterizaciones, Ledger se lleva a Nicholson por mucho. Cada segundo que aparece a cuadro el Guasón en el filme de Nolan, es estupendo. Ledger logró adentrarse tanto en el personaje que hasta el brillo de sus ojos es distinto y le regaló características antológicas; tics como el de sacar la lengua de vez en vez; el tono de voz es entre ácido y misterioso pero con un toque de demencia; la forma de caminar como trastabillando; las carcajadas que seguramente no dejarán dormir a más de uno; la mirada profundamente sicótica y ya ni hablar del maquillaje y el cabello que le da esa similitud tanto legendaria (por las tragedias tan conocidas) como oscura, con El Cuervo (The Crow, 1994).
Tampoco podemos dejar de comparar Batman de Tim Burton, con The Dark Knight. Hay escenas casi idénticas. Primer ejemplo: en la película Batman, el Guasón irrumpe una reunión de mafiosos de Ciudad Gótica para presentarse y termina matando a uno de ellos; en El caballero de la noche, el Guasón hace lo mismo, aunque el motivo es distinto. Segundo ejemplo: en Batman, después del desfile, el Hombre Murciélago se aproxima en el “bati-avión” y el Guasón lo reta con los brazos abiertos justo en medio de la calle; en El caballero de la noche, el Guasón hace lo mismo, la diferencia radica en que Batman ahora viene en la “bati-moto”. Tercer ejemplo: en Batman, el Guasón irrumpe en una fiesta de alta alcurnia celebrada por Bruce Wayne; en El caballero de la noche, sucede lo mismo. A pesar de que es evidente la referencia de la obra de Burton en la de Nolan, en conjunto The Dark Knight difiere bastante de la primera película de Batman. Batman, El caballero de la noche, es un thriller estrepitoso, de esos que de principio a fin nos mantienen al filo del asiento, con escenas y frases que indiscutiblemente ya forman parte de la historia del cine.
La ambientación del filme es estupenda, regresa a la oscuridad impresa por Burton en las dos primeras entregas del Hombre Murciélago (Batman, 1989 y Batman Returns, 1992); los efectos en las escenas de acción están muy bien cuidados; en lo que respecta a las actuaciones, hay un lado bastante flaco. Nolan no dio una en la selección de la actriz responsable de darle vida a Rachel Dawes, la eterna enamorada de Bruce Wayne. Si en Batman Begins (Batman inicia, 2005), Katie Holmes no pudo con el personaje, ahora a la actriz Maggie Gyllenhall (Stranger than fiction, 2006; Mona Lisa smile, 2003) le quedó enorme; su corta pero significativa intervención es completamente insípida. Afortunadamente, en El caballero de la noche, Nolan decidió darle un giro dramático al personaje de Rachel Dawes. Esperemos que de esta manera se quite ese mal estigma.
Las interpretaciones de Michael Caine (Alfred), Gary Oldman (teniente Gordon), Aaron Eckhart (Harvey Dent, Dos Caras) y Morgan Freeman (Lucius Fox, el presidente de Wayne Enterprises), son muy buenas. Y ni que decir de Bruce Wayne y su alter-ego, encarnado por Christian Bale quien se ha ganado a pulso el mote de El Perfecto Batman, con perdón de Michael Keaton.
El caballero de la noche nos regala escenas memorables extendiendo sus alas para volar entre edificios en plena oscuridad de Ciudad Gótica; sorteando obstáculos con el objetivo de alcanzar a sus enemigos montado en la “bati-moto”, o simplemente desapareciendo en lo más hondo de un callejón entre sábanas transparentes de humo, dejando atrás una tenue estela de polvo y su silueta tatuada en la pupila del espectador inmutado ante aquella alegoría del miedo. Pero más allá de Batman, más allá de sus seis aventuras cinematográficas, más allá de todos sus enemigos (Dos caras, El Pingüino, El Acertijo, etcétera) está su emblemática antítesis, su eterno contrario: El Guasón (The Joker).
Es irremediable comparar al Guasón interpretado en 1989 por Jack Nicholson (The Departed, 2006; The Shining, 1980; Chinatown, 1974) con el de Heath Ledger (Brokeback Mountain, 2006; Ned Kelly, 2006; A Knight’s Tale, 2001). Ambas actuaciones son excelentes, sin embargo, si nos centramos en una estricta comparación de dichas caracterizaciones, Ledger se lleva a Nicholson por mucho. Cada segundo que aparece a cuadro el Guasón en el filme de Nolan, es estupendo. Ledger logró adentrarse tanto en el personaje que hasta el brillo de sus ojos es distinto y le regaló características antológicas; tics como el de sacar la lengua de vez en vez; el tono de voz es entre ácido y misterioso pero con un toque de demencia; la forma de caminar como trastabillando; las carcajadas que seguramente no dejarán dormir a más de uno; la mirada profundamente sicótica y ya ni hablar del maquillaje y el cabello que le da esa similitud tanto legendaria (por las tragedias tan conocidas) como oscura, con El Cuervo (The Crow, 1994).
Tampoco podemos dejar de comparar Batman de Tim Burton, con The Dark Knight. Hay escenas casi idénticas. Primer ejemplo: en la película Batman, el Guasón irrumpe una reunión de mafiosos de Ciudad Gótica para presentarse y termina matando a uno de ellos; en El caballero de la noche, el Guasón hace lo mismo, aunque el motivo es distinto. Segundo ejemplo: en Batman, después del desfile, el Hombre Murciélago se aproxima en el “bati-avión” y el Guasón lo reta con los brazos abiertos justo en medio de la calle; en El caballero de la noche, el Guasón hace lo mismo, la diferencia radica en que Batman ahora viene en la “bati-moto”. Tercer ejemplo: en Batman, el Guasón irrumpe en una fiesta de alta alcurnia celebrada por Bruce Wayne; en El caballero de la noche, sucede lo mismo. A pesar de que es evidente la referencia de la obra de Burton en la de Nolan, en conjunto The Dark Knight difiere bastante de la primera película de Batman. Batman, El caballero de la noche, es un thriller estrepitoso, de esos que de principio a fin nos mantienen al filo del asiento, con escenas y frases que indiscutiblemente ya forman parte de la historia del cine.