viernes, 10 de julio de 2009

Enemigos Públicos. Una más de gángsters


Una película de gángsters con tres estrellas de Hollywood en el esplendor de su carrera y un director con sendos éxitos en taquilla (esto no quiere decir que sean buenas películas), son motivos suficientes para que Enemigos Públicos (Public Enemies, 2009) sea una opción viable para ir al cine. Estrenada en nuestro país el pasado tres de julio, el filme de Michael Mann (Heat, 1995) adapta el libro Public enemies: America’s greatest crime wave and the birth of the FBI, 1933-34, de Bryan Burrough. La historia de la cinta se centra en la persecución de John Dillinger (Johnny Depp), el “enemigo público” número uno de Estados Unidos y del incipiente FBI de principios de los años treinta, cuando era sólo BI (Buró de Investigación). Mann no narra la vida de Dillinger, ni su infancia ni sus inicios como delincuente ni siquiera sus más importantes robos; nos muestra a un ladrón de bancos como tal, frío, con un pasado descrito rápidamente en un diálogo de tres líneas, pero con todo el carisma necesario para ser denominado como un Robin Hood enmarcado en la época de la Gran Depresión estadounidense.
Por otro lado, tenemos al “hombre de acción” Melvin Purvis (Christian Bale), el encargado de capturar, a como dé lugar, a Dillinger. Si bien, el libro trata de la detención de Dillinger, Baby Face Nelson (Stephen Graham) y Pretty Boy Floyd (Channing Tatum), la película deja en claro el protagonismo de tres personajes: el encarnado por Depp; el interpretado por la ganadora del Óscar en 2008 por su participación como Édith Piaf en La vida en rosa (La môme, 2007), Marion Cotillard; y el del Batman de Christopher Nolan. El actor fetiche de Tim Burton nos regala una de sus más “normales” interpretaciones, como él mismo lo declara, cumpliendo cabalmente con su personaje con dos o tres escenas memorables, como la visita que hace al departamento de policía de Chicago. A Cotillard, el papel de la novia sumisa de Dillinger, Billie Frechette, le queda como anillo al dedo. Christian Bale no logró imprimirle los matices necesarios a su personaje del agente Melvin Purvis, es más bien una suerte de Harry el sucio: el clásico tipo duro inexpresivo que nunca será alcanzado por una bala y que logrará sus objetivos a pesar de tener todo en su contra. Sin duda, el personaje más flojo de todo el filme.
La ambientación es muy buena, ubicándonos principalmente en el Chicago de los treinta, en medio de balaceras entre policías y ladrones con las legendarias metralletas Thompson M1, usadas por todo buen gángster de la época.
Lo mejor del filme es el retrato de la relación de Billie Frechette con John Dillinger. Una relación de dependencia total de ambas partes, en donde la mujer es toda sumisión, además abnegada y educada para esperar al hombre en casa y amarlo por sobre todas las cosas; y en donde el hombre es el macho sobre-protector que necesita de una mujer, de su mujer, para autodefinirse como un verdadero hombre, sea lo que sea que eso signifique. La manera en que nuestro ladrón “conquista” a la frágil muchacha es extraordinaria, muy ad hoc al contexto.
Enemigos Públicos tiene algunos guiños de filmes clásicos, como el diálogo con el que termina la película. Por momentos, logra convertir al espectador en cómplice de Dillinger, compenetrándolo con su forma de ver su propia vida y la muerte que no espera; basta contemplar la hermosa secuencia de Depp en el Biograph Theater identificándose, con una simple mirada, con el personaje interpretado por Clark Gable en la película proyectada en ese momento (de gángsters, por cierto), Manhattan Melodrama. Posiblemente, Enemigos Públicos sea mejor valorada con el paso del tiempo, porque al momento, a pesar de que es una buena película, totalmente recomendable y que justifica pagar un boleto con su respectiva dosis de palomitas y refresco, no se puede comparar ni decir que es mejor que otros largometrajes que ya forman parte de la historia del cine de gángsters; es simplemente una más.

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