jueves, 13 de noviembre de 2008

Quémese después de leerse, una genialidad incomprendida



A partir de la multinominación al Oscar del largometraje No country for old men (Sin lugar para los débiles, 2007), los directores y también hermanos Joel y Ethan Coen fueron proyectados a nivel mundial, despertando la curiosidad de aquellos que no conocían su filmografía, a pesar de que vienen dirigiendo películas desde 1985, entre las que destacan no tanto por su calidad sino porque son conocidas comercialmente: Raising Arizona (Arizona baby, 1987), Fargo (1995) y The ladykillers (El quinteto de la muerte, 2004). Los éxitos taquilleros y los premios como el Oscar, le dan un valor agregado tanto a los actores como a los directores que los reciben, ya que se pueden dar el lujo de exigir emolumentos estratosféricos por el simple hecho de estar “de moda”, aunque su calidad sea cuestionable, claro que no estoy generalizando. El caso que nos ocupa, el de los Coen, es excepcional, debido a que son unos directores de cine arriesgados, saltan de un género a otro sin encasillarse en ninguno en especial.
El último trabajo dirigido por estos realizadores estadounidenses lleva por nombre Burn after reading (Quémese después de leerse, 2008), protagonizada por George Clooney (Good night, and good luck, 2005); Frances McDormand (Mississippi burning, 1988) quien por cierto es esposa de Joel Coen; John Malkovich (Shadow of the vampire, 2000) y Brad Pitt (Kalifornia, 1993). La fama de los hermanos Coen, sumada a este reparto hollywoodense multiestelar, es por sí sola una garantía de taquilla, sin importar la idea central del filme y demás. Sin embargo, Burn after reading ha sido incomprendida por un público que esperaba una comedia sin cerebro, un filme “facilón” en el que se viera a un Pitt y a un Clooney haciendo de bufones; para este tipo de público, la película representa un bodrio totalmente aburrido, lento y que no llega a ningún lado; esto último es lo que seguramente buscaban los Coen con Quémese después de leerse, no llegar a ningún lado con la trama de la película, sino simplemente (si es que aquí cabe lo de “simple”) ridiculizar a la Inteligencia estadounidense, y de paso, realizar una crítica social profundizando en la vida del hombre “común”, ese hombre “común” que engaña a su pareja sin ápice de escrúpulos, que hace hasta lo impensable empujado por la terrible soledad emocional, que teme enfrentar cara a cara al amor de su vida y vive en el anonimato quemándose por dentro, o que vive en un mundo color de rosa con un empleo mediocre, sin aspiraciones y sin ganas de tenerlas.
Las actuaciones son excelentes. John Malkovich realiza su trabajo tan bien como nos tiene acostumbrados; en esta ocasión interpreta a Osbourne Cox, analista de la C.I.A. quien es cambiado de puesto humillantemente, y decide renunciar. Como venganza, comienza a escribir sus memorias para sacar a relucir algunos secretos de la Inteligencia estadounidense. Los problemas surgen cuando la esposa de éste, Katie (Tilda Swinton), graba las memorias de su marido en un disco compacto que deja olvidado en el gimnasio Hardbodies. Para su mala suerte, la información cae en manos de Chad Feldheimer (Brad Pitt) y Linda Litzke (Frances McDormand), quienes intentan sobornar a Cox sin éxito. Una serie de acontecimientos tan reales como ridículos suceden en el transcurso de la película, sin llegar a un final de algo que nunca comenzó, de una historia de enredos sin linealidad en la que las cosas pasan sin un porqué aparente. Aquí radica la genialidad de los Coen, como ya lo dije, incomprendida por algunos.
Regresando a las actuaciones, Chad (el personaje de Pitt) es el que se lleva la película por su interpretación. Ojo con la escena en la que Chad intenta sobornar a Cox por teléfono y posteriormente en su auto; ambas están repletas de una socarronería maravillosa. Clooney interpreta a Harry Pfarrer, un alguacil federal que hace las veces del amante de Katie, la esposa de Osbourne Cox. El también protagonista de Ocean’s Eleven (2001), no está del todo mal, aunque podría pensarse que en ocasiones está sobreactuado, al saber que su personaje es un paranoico sin remedio, se puede entender su exageración en algunas intervenciones. Burn after reading es un filme para recordar, una referencia obligada de la filmografía de los hermanos Coen pero más allá de lo anterior, es una película tan profunda como se quiera ver y tan cómica como se quiera interpretar.

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