jueves, 27 de noviembre de 2008

Sí hay cine mexicano en México




Hay quien dice que la industria del cine en México es una falacia, un fantasma que se aparece de vez en cuando, sólo a su conveniencia cuando uno “de los nuestros” triunfa en el extranjero, específicamente en Estados Unidos. Los directores de cine oriundos de nuestro país, por lo menos en la época actual, no son profetas en su tierra. Uno de los casos más sonados se dio en la entrega del premio Óscar de 2007, cuando tres directores mexicanos estuvieron en la mira de todo el mundo: Guillermo del Toro, quien obtuvo 4 nominaciones por El laberinto del fauno; Alejandro González Iñárritu se llevó dos por Babel y Alfonso Cuarón fue nominado en una ocasión por Children of men, aunque Emanuel y Guillermo Navarro, fotógrafos de esta cinta, también recibieron una postulación al premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. En esta ocasión, el chovinismo muy al estilo de cuando juega la Selección, se dejó ver en la televisora del Ajusco; ondeaban banderas tricolores en cada cortinilla de ida y regreso de comerciales en la transmisión de la mencionada ceremonia, se escuchaba decir a los hermanos Sarmiento neófitamente, “el cine mexicano está presente en los premios de la Academia… es algo histórico… sin precedentes…”, y demás frases gastadas. Pero en realidad, en esa ocasión el cine mexicano no fue el nominado, los nominados fueron directores nacidos en México que hacen cine en y de Hollywood. O que me digan los Sarmiento o cualquiera de ventaneando si Children of men, El laberinto del fauno o Babel son producciones mexicanas.
La industria del cine en México, sin hacer mucho ruido, no ha dejado de producir filmes dentro de nuestro país, y lo más importante de todo es que ahora los está proyectando en su propia tierra. A lo largo de este 2008, se ha notado el incremento de películas mexicanas en las salas de cine locales. Por lo menos en lo que va de noviembre, se han proyectando alrededor de cinco largometrajes mexicanos en un promedio de 12 salas, es decir, casi la mitad de la cartelera pertenece a producciones que sí son facturadas aquí.
Los problemas en cuanto a apoyo pecuniario gubernamental, dificultades para filmar en cuanto a permisos, altos costos en equipo para producir cine, mala distribución, cobros estratosféricos por proyectar una película, directores y equipo actoral y técnico mal pagado, la anacronía de los filmes al momento de su proyección en una sala de cine, entre muchos etcéteras más, siguen vigentes en la fantasmagórica industria de “nuestro” séptimo arte. Sin embargo, hay riesgos importantes que se están tomando al hacer cine en México. La oferta ya abarca películas de acción, terror y hasta fantasía. Claro que la cantidad no quiere decir calidad, y en este último renglón los realizadores mexicanos nos están quedando mucho a deber, bastante diría yo. Aunque si nos fijamos en la cartelera gabacha, tampoco la cantidad es igual a calidad.
Un punto muy importante en el éxito o fracaso de una película depende del dinero invertido en su publicidad y su estrategia mercadológica. Cuando nos bombardean con trailers de un largometraje en televisión, con espectaculares en las calles, con entrevistas a los actores o realizadores, cuando uno casi sueña con un filme por su buena publicidad, independientemente de la calidad del mismo, le tiene que ir bien en taquilla y de esta manera, se pueden seguir haciendo películas. A la industria del cine en México le falta mucho en este rubro, sin embargo, ya se vislumbran buenas estrategias tales como se hicieron para Km 31 (2006), y en este año con Bajo la sal y Navidad S.A. ¿Quién no ha visto un promocional de estos filmes?A pesar de que la industria del cine en México no es una realidad concreta ni sólida ni rentable como en otras partes del mundo, a juzgar por la oferta mexicana en la cartelera local, por lo menos podemos estar seguros que no se ha dejado de hacer cine en nuestro país, en contra de todas las trabas con las que se topa una producción mexicana.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Quémese después de leerse, una genialidad incomprendida



A partir de la multinominación al Oscar del largometraje No country for old men (Sin lugar para los débiles, 2007), los directores y también hermanos Joel y Ethan Coen fueron proyectados a nivel mundial, despertando la curiosidad de aquellos que no conocían su filmografía, a pesar de que vienen dirigiendo películas desde 1985, entre las que destacan no tanto por su calidad sino porque son conocidas comercialmente: Raising Arizona (Arizona baby, 1987), Fargo (1995) y The ladykillers (El quinteto de la muerte, 2004). Los éxitos taquilleros y los premios como el Oscar, le dan un valor agregado tanto a los actores como a los directores que los reciben, ya que se pueden dar el lujo de exigir emolumentos estratosféricos por el simple hecho de estar “de moda”, aunque su calidad sea cuestionable, claro que no estoy generalizando. El caso que nos ocupa, el de los Coen, es excepcional, debido a que son unos directores de cine arriesgados, saltan de un género a otro sin encasillarse en ninguno en especial.
El último trabajo dirigido por estos realizadores estadounidenses lleva por nombre Burn after reading (Quémese después de leerse, 2008), protagonizada por George Clooney (Good night, and good luck, 2005); Frances McDormand (Mississippi burning, 1988) quien por cierto es esposa de Joel Coen; John Malkovich (Shadow of the vampire, 2000) y Brad Pitt (Kalifornia, 1993). La fama de los hermanos Coen, sumada a este reparto hollywoodense multiestelar, es por sí sola una garantía de taquilla, sin importar la idea central del filme y demás. Sin embargo, Burn after reading ha sido incomprendida por un público que esperaba una comedia sin cerebro, un filme “facilón” en el que se viera a un Pitt y a un Clooney haciendo de bufones; para este tipo de público, la película representa un bodrio totalmente aburrido, lento y que no llega a ningún lado; esto último es lo que seguramente buscaban los Coen con Quémese después de leerse, no llegar a ningún lado con la trama de la película, sino simplemente (si es que aquí cabe lo de “simple”) ridiculizar a la Inteligencia estadounidense, y de paso, realizar una crítica social profundizando en la vida del hombre “común”, ese hombre “común” que engaña a su pareja sin ápice de escrúpulos, que hace hasta lo impensable empujado por la terrible soledad emocional, que teme enfrentar cara a cara al amor de su vida y vive en el anonimato quemándose por dentro, o que vive en un mundo color de rosa con un empleo mediocre, sin aspiraciones y sin ganas de tenerlas.
Las actuaciones son excelentes. John Malkovich realiza su trabajo tan bien como nos tiene acostumbrados; en esta ocasión interpreta a Osbourne Cox, analista de la C.I.A. quien es cambiado de puesto humillantemente, y decide renunciar. Como venganza, comienza a escribir sus memorias para sacar a relucir algunos secretos de la Inteligencia estadounidense. Los problemas surgen cuando la esposa de éste, Katie (Tilda Swinton), graba las memorias de su marido en un disco compacto que deja olvidado en el gimnasio Hardbodies. Para su mala suerte, la información cae en manos de Chad Feldheimer (Brad Pitt) y Linda Litzke (Frances McDormand), quienes intentan sobornar a Cox sin éxito. Una serie de acontecimientos tan reales como ridículos suceden en el transcurso de la película, sin llegar a un final de algo que nunca comenzó, de una historia de enredos sin linealidad en la que las cosas pasan sin un porqué aparente. Aquí radica la genialidad de los Coen, como ya lo dije, incomprendida por algunos.
Regresando a las actuaciones, Chad (el personaje de Pitt) es el que se lleva la película por su interpretación. Ojo con la escena en la que Chad intenta sobornar a Cox por teléfono y posteriormente en su auto; ambas están repletas de una socarronería maravillosa. Clooney interpreta a Harry Pfarrer, un alguacil federal que hace las veces del amante de Katie, la esposa de Osbourne Cox. El también protagonista de Ocean’s Eleven (2001), no está del todo mal, aunque podría pensarse que en ocasiones está sobreactuado, al saber que su personaje es un paranoico sin remedio, se puede entender su exageración en algunas intervenciones. Burn after reading es un filme para recordar, una referencia obligada de la filmografía de los hermanos Coen pero más allá de lo anterior, es una película tan profunda como se quiera ver y tan cómica como se quiera interpretar.