jueves, 28 de agosto de 2008

Las caras del Che en el cine






¿Reconocen el nombre de Alberto Korda? Ahí les va otra pista, fue un famoso fotógrafo de moda principalmente de los años cincuenta y sesenta. ¿Aún no? Bueno, una pista más: nació en Cuba. Si continúan sin adivinar, les doy un último dato: él tomó la famosa fotografía del “Che” (denominada El Guerrillero Heroico) por la que es conocido en todo el mundo, y que se ha convertido en la imagen más reproducida en la historia de la fotografía mundial, claro que sin darle el mérito que se merece el autor de la imagen. Ahora sí, ¿verdad?
A pesar de que el Che fue un personaje clave en la revolución cubana, y en la ejecución del sistema de guerra de guerrillas en toda Latinoamérica, si no hubiera sido por Korda, el Che Guevara no hubiese tenido el peso mediático y simbólico que carga hoy en día. En la actualidad, nos seguimos topando con la fotografía de Korda en todo tipo de accesorios y objetos kitsch, y gracias a bandas de rock como Rage Against the Machine, los jóvenes le han impreso a la imagen del Che una calidad de estandarte de lucha, de rebeldía, de hacer algo por sus propios ideales. Korda le regaló al mundo la mirada profunda de esperanza, de fuerza, de determinación, de revolución, de melancolía y amor con la que el Che fue sorprendido en aquel 5 de marzo de 1960. Ése es el rostro del Che que todos tenemos presente. Un Che sin voz, sin movimiento, estático. Sin embargo, el cine le ha dado otra cara y otra voz a Ernesto Guevara de la Serna.
La primera película norteamericana sobre el Che se llamó simplemente “Che” (1969), dirigida por Richard Fleischer (Conan el destructor, 1984). El primer rostro del Comandante Che Guevara fue el de Omar Sharif, a quien podemos recordar en uno de los papeles más importantes de su carrera como el príncipe Alí en Lawrence de Arabia (1962). El segundo Che fue protagonizado por el actor cubano Orestes Pérez (Vengo, 2000), en el filme argentino ¡Hasta la victoria siempre! (1997), dirigido por Juan Carlos Desanzo (Eva Perón, 1996).
Hasta hace algunos meses podríamos haber pensado que el definitivo Che de la pantalla grande sería el actor mexicano Gael García Bernal, quien interpretó al comandante revolucionario en dos largometrajes. El primero fue Fidel (2002), dirigido por David Attwood (Shot throught the heart, 1998). Le siguió Diarios de Motocicleta (2004), orquestada por Walter Salles (Central do Brasil, 1997), y producida por Robert Redford.
Para buena fortuna, y después del cuestionable éxito con respecto a la interpretación de García Bernal como el guerrillero argentino-cubano, se comenzó a entablar la negociación para filmar dos películas más sobre este personaje, y obviamente, se tuvo en mente al protagonista de Amores Perros (2000). Sin embargo, y para darle una variedad a la caracterización bastante explotada de Guevara de la Serna, el director encomendado para estas dos entregas, Steven Soderbergh (Ocean’s Twelve, 2004), hizo una excelente elección: Benicio del Toro.
El actor nacido en Puerto Rico no sólo es muy bueno en su trabajo (basta echarle un vistazo a su intervención en Traffic (2000), también dirigida por Soderbergh; The Pledge (Asesino Oculto, 2002) o Fear and Loathing in Las Vegas (1998)), sino que, físicamente, se parece bastante a Ernesto Guevara. Aunque todavía no se estrena de manera oficial, Del Toro ya recibió un premio por esta caracterización en el Festival de Cannes de este año. La primera película se titula El Argentino y está basada en el primer encuentro de Castro y Guevara en México hasta la gestación de la revolución cubana con miras a derrocar al dictador Fulgencio Batista. La segunda entrega se denomina Guerrilla, y se centra en el Che como dirigente del gobierno cubano hasta su famosa y controversial muerte en Bolivia en 1967. Ambos trabajos se estrenarán en Estados Unidos en este año 2008. Esperemos ver pronto estas cintas en las salas cinematográficas de nuestro país. La expectativa está puesta y a juzgar por los trailers y la crítica positiva del trabajo de Benicio del Toro, todo parece indicar que estamos, ahora sí, ante el definitivo Che de la pantalla grande.

viernes, 8 de agosto de 2008

¿El cine es como la realidad o la realidad es como el cine?

Desde la prehistoria, el hombre siempre ha intentado retratar a la realidad. Desde las pinturas rupestres en las que plasmaba sus actividades, convirtiéndose en pintura ya como una disciplina transformada en arte. Ejemplo más fiel es la corriente pictórica impresionista, en la que el autor tenía que retratar fielmente a la realidad lo más que pudiera, tomar prestado un momento subjetivado, un lugar, una visión o un rostro para dejar una copia de algo posiblemente intangible en algo tangible: un cuadro.
Después llegó la fotografía, que en principio de cuentas, al igual que la pintura, nació por la necesidad del hombre por apropiarse de una rebanada de su realidad inmediata. En la actualidad, cuando observamos detenidamente una fotografía podemos percatarnos de muchísimos detalles que el ojo humano no puede percibir a simple vista, entonces, ¿cuál es nuestra realidad, la capturada por el lente de la cámara fotográfica o la que logramos ver con nuestros ojos, podríamos decir, en vivo?
Con el paso de los años y después de muchos experimentos, por fin la fotografía evolucionó, las imágenes fijas cobraron vida, nació el cine. De nuevo, por la necesidad del hombre de hacer suyo un fragmento de la realidad. Pero, ¿qué tan real es el cine con respecto a la realidad? Alguien podría decir, “pues basta ver El Señor de los Anillos para darnos cuenta que el cine es pura fantasía”, en ese sentido tendría razón, sin embargo, hay películas que, aunque parezcan concebidas por una mente retorcida, son tan reales como la realidad misma. Cuando en un noticiero escuchamos, “esta persecución fue como sacada de una película de acción”; por qué mejor no decimos, “la persecución de ‘tal’ película fue como sacada del noticiero de las seis”.
Muchas de las mejores películas de todos los tiempos han sido basadas en hechos reales, o creadas como ficción pero que son superadas por la realidad. Si volteamos a nuestro alrededor, no podremos percibir todas las situaciones que suceden en ese entorno, y mucho menos, en otros países. Por fortuna, para eso tenemos al cine. Hay cine que nos hace vivir nuevamente algo ya transitado, un déjà vu eterno, un vaivén arrítmico, fragmentado pero que es parte de un todo, de un mundo en el que nos tocó vivir o de un mundo en el que desearíamos estar. Entonces, ¿el cine es como la realidad o la realidad es como el cine? Nunca lo sabré.