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A más de un año de su estreno formal (febrero de 2008), a duras penas llegó a nuestras salas cinematográficas una verdadera sorpresa: En Brujas (In Bruges, 2008), ópera prima del laureado dramaturgo inglés Martin McDonagh.
La historia se centra en Ray (Collin Farrel) y Ken (Brendan Gleeson), dos sicarios irlandeses refugiados en la ciudad belga de Brujas a la espera de una llamada telefónica, la de su jefe Harry Waters (Ralph Fiennes), que suponen les dará instrucciones para una nueva encomienda. A Ken le fascina la ciudad y la historia que encierra. Ray, clara antípoda de Ken, la detesta, sin embargo ahí conoce a Chloe (Clémense Poésy), una hermosa joven que le da sentido a su maltrecha vida, atormentada gracias a un error del pasado. La película está claramente dividida en dos partes: la primera es una suerte de publirreportaje con diálogos insistentes y redundantes para sobre-situar al espectador en Brujas, una ciudad de cuento de hadas, con calles adoquinadas, canales venecianos y arquitectura gótica. Poco a poco, la promoción turística se transforma en un thriller apasionante con una teatral e impecable puesta en escena que incluye a la misma ciudad como un personaje más, partícipe, activo e imponente. Basta poner especial atención en la cruda secuencia final, enmarcada en la desesperante quietud de una urbe que se erige tétrica como testigo inmutable de unos hechos nada ordinarios.
Mención especial a las interpretaciones de sus protagonistas. Como asegura el propio McDonagh sobre el trabajo de Colin Farrel (Daredevil, 2003), “hace falta mucho valor y talento para sacar a la luz los aspectos más tristes y vulnerables sin hacer gala de sentimentalismo”. Dicha aseveración no es desmesurada; por fin Farrel demostró que es capaz de matizar un personaje, de transitar sin problema de la circunspección a la socarronería, y viceversa. Excelente oportunidad para el eterno secundario Brendan Glesson (Pandillas de Nueva York, 2002) para demostrar lo que realmente puede lograr si le dan más tiempo frente a la cámara y un personaje bien delineado. Ralph Fiennes (Dragón Rojo, 2002) consigue darle la personalidad que requiere su personaje, a pesar de su corta participación en pantalla. Otro de los aciertos del filme es la inusual genealogía de los personajes. Matones con fuertes conflictos morales y un elevado nivel de principios más allá de la sangre fría y el dinero. Ésto último muy al estilo de Anton Chigurh, personaje interpretado por Javier Bardem en No country for old men, 2007.
Por otro lado, la música a cargo de Carter Burwell (Adaptation, 2002), con esa hermosa y taciturna melodía de piano y guitarras eléctricas que irrumpen en el momento preciso, es digna de recordarse, sin dejar atrás la pictórica fotografía de Eigil Bryld (The King, 2005).
El director de padres irlandeses, quien en 2006 se alzó con la estatuilla Óscar al mejor cortometraje por Six Shooter protagonizada por Brendan Glesson, se presenta con un notable trabajo, el cual le valió un BAFTA al mejor guión original y la nominación al Óscar en el mismo renglón. Collin Farrel, por su interpretación de Ray, se alzó con el Globo de Oro al mejor actor en una película musical o comedia. En Brujas es un cuento cómico-trágico (si es que se puede etiquetar) sobre una ciudad y dos tipos nada comunes. En un sutil in crescendo se transforma en una onírica, violenta y oscura aventura de sobrevivencia con diálogos inteligentes y situaciones absurdas que hacen recordar irremediablemente a guiones de Tarantino o Guy Ritchie, sin llegar a ser un epígono de ninguno. Definitivamente, una película que se tiene que ver.
La historia se centra en Ray (Collin Farrel) y Ken (Brendan Gleeson), dos sicarios irlandeses refugiados en la ciudad belga de Brujas a la espera de una llamada telefónica, la de su jefe Harry Waters (Ralph Fiennes), que suponen les dará instrucciones para una nueva encomienda. A Ken le fascina la ciudad y la historia que encierra. Ray, clara antípoda de Ken, la detesta, sin embargo ahí conoce a Chloe (Clémense Poésy), una hermosa joven que le da sentido a su maltrecha vida, atormentada gracias a un error del pasado. La película está claramente dividida en dos partes: la primera es una suerte de publirreportaje con diálogos insistentes y redundantes para sobre-situar al espectador en Brujas, una ciudad de cuento de hadas, con calles adoquinadas, canales venecianos y arquitectura gótica. Poco a poco, la promoción turística se transforma en un thriller apasionante con una teatral e impecable puesta en escena que incluye a la misma ciudad como un personaje más, partícipe, activo e imponente. Basta poner especial atención en la cruda secuencia final, enmarcada en la desesperante quietud de una urbe que se erige tétrica como testigo inmutable de unos hechos nada ordinarios.
Mención especial a las interpretaciones de sus protagonistas. Como asegura el propio McDonagh sobre el trabajo de Colin Farrel (Daredevil, 2003), “hace falta mucho valor y talento para sacar a la luz los aspectos más tristes y vulnerables sin hacer gala de sentimentalismo”. Dicha aseveración no es desmesurada; por fin Farrel demostró que es capaz de matizar un personaje, de transitar sin problema de la circunspección a la socarronería, y viceversa. Excelente oportunidad para el eterno secundario Brendan Glesson (Pandillas de Nueva York, 2002) para demostrar lo que realmente puede lograr si le dan más tiempo frente a la cámara y un personaje bien delineado. Ralph Fiennes (Dragón Rojo, 2002) consigue darle la personalidad que requiere su personaje, a pesar de su corta participación en pantalla. Otro de los aciertos del filme es la inusual genealogía de los personajes. Matones con fuertes conflictos morales y un elevado nivel de principios más allá de la sangre fría y el dinero. Ésto último muy al estilo de Anton Chigurh, personaje interpretado por Javier Bardem en No country for old men, 2007.
Por otro lado, la música a cargo de Carter Burwell (Adaptation, 2002), con esa hermosa y taciturna melodía de piano y guitarras eléctricas que irrumpen en el momento preciso, es digna de recordarse, sin dejar atrás la pictórica fotografía de Eigil Bryld (The King, 2005).
El director de padres irlandeses, quien en 2006 se alzó con la estatuilla Óscar al mejor cortometraje por Six Shooter protagonizada por Brendan Glesson, se presenta con un notable trabajo, el cual le valió un BAFTA al mejor guión original y la nominación al Óscar en el mismo renglón. Collin Farrel, por su interpretación de Ray, se alzó con el Globo de Oro al mejor actor en una película musical o comedia. En Brujas es un cuento cómico-trágico (si es que se puede etiquetar) sobre una ciudad y dos tipos nada comunes. En un sutil in crescendo se transforma en una onírica, violenta y oscura aventura de sobrevivencia con diálogos inteligentes y situaciones absurdas que hacen recordar irremediablemente a guiones de Tarantino o Guy Ritchie, sin llegar a ser un epígono de ninguno. Definitivamente, una película que se tiene que ver.